Sōryū no Jōzen
En las cordilleras de Hoshigamine, donde el cielo muerde las copas de los árboles, volaba Jōzen, el dragón de los vientos ocultos.
No era un simple guardián: era una corriente viva, un suspiro celeste con forma de escamas.
Su cuerpo era largo, majestuoso, cubierto de placas verdes y marrones que se confundían con los árboles que adoraban su paso.
Pero lo que más veneraban los clanes del valle era el cuerno que colgaba bajo su vientre, llamado Tenshō no Yari (la Lanza de la Ascensión).
Se decía que quien lo viera completo en vuelo, soñaría con volar… y despertar deseando no tocar tierra jamás.
La batalla del Vacío que Gime
Pero su gloria fue su condena.
Los Monjes del Cielo Casto, envidiosos de su poder viril, le tendieron una trampa en la grieta aérea de Arahagi no Kaze, el único lugar donde el viento no obedece al tiempo.
Allí, los monjes invocaron al espíritu del Filo Silente: una guadaña invisible que corta sin herida.
Jōzen descendió en picado, partiendo nubes con sus rugidos.
Pero cuando el viento se detuvo, la guadaña se alzó…
Y su Lanza de la Ascensión fue arrancada de su cuerpo con un corte perfecto.
No gritó.
Solo aleteó tres veces.
Y ascendió por última vez como señal.
Desde entonces, se le ve en sueños.
Y quienes encuentran su figura... aseguran que no es solo adorno.
La figura del vuelo eterno
Esta es su forma dormida.
Aún verde.
Aún firme.
Aún con un aire que te acaricia cuando crees que nadie te toca.
Colócala en lo alto de tu estantería.
Y cada noche… algo cruzará tus pensamientos.





