Uminari no Rikuzen
Cuando la Luna fue traicionada por las mareas, envió una lágrima al fondo del abismo.
Allí, entre corales que brillan como corazones abiertos, nació Rikuzen.
Tritón de piel turquesa y ojos como corrientes profundas.
Guardaba en su interior un secreto vibrante, un don oculto en su cola:
el Himno de las Ondas Internas, un pulso místico que despertaba el deseo dormido incluso en los dioses de piedra.
Las sacerdotisas de la Isla del Silencio lo veneraban en rituales de espuma y gemidos contenidos.
Pero el Consejo de las Aguas Estancadas lo declaró herético.
Un ser demasiado hermoso, demasiado libre…
y por tanto, peligroso.
La batalla de las Corrientes Rojas
Lo enfrentaron los Siete Caballeros del Fango Profundo, guerreros sin emoción, nacidos en charcas donde no crece el coral.
Rikuzen bailó entre ellos con su cola luminosa, generando vibraciones que partían el agua como cuchillas sensuales.
Pero cuando derrotó al sexto, el séptimo invocó el Sello de la Marea Rígida, un hechizo maldito que se clavó en la base de su ser.
La vibración cesó.
El himno se apagó.
Y con él, su miembro sagrado fue separado de su cuerpo, sellado en una concha de obsidiana marina.
La figura sumergida
Lo que queda de Rikuzen se alza ahora como estatua sagrada.
Inmóvil, pero aún palpitante.
Silencioso… pero si te acercas al oído, el agua susurra.
Se dice que quien lo toca con sinceridad,
siente una ola por dentro.