Shōjō no Kōma

En los bosques de Shiranui, donde los árboles no arrojan sombra y los ríos cantan en voz baja, galopaba Shōjō no Kōma, una criatura nacida del placer prohibido entre una kami del rocío y un espíritu del vino carmesí.

No tenía amo.

No tenía freno.

Corría libre entre templos abandonados y cuerpos olvidados.

Su cuerno no era solo símbolo de poder, sino también canal de energía erótica, capaz de hacer florecer los campos... o despertar pasiones en los que ya habían renunciado al tacto.

Los monjes de la Orden del Rastro Seco lo consideraron una amenaza.

Enviaron a su campeona: Sayo, la mordedora de pureza.

Y en la llanura del Amanecer Torcido, se libró una batalla entre el deseo libre y la represión ritual.

Shōjō corrió más rápido que el viento.

Su aura hizo vibrar la tierra.

Pero cuando giró para mirarla a los ojos… bajó la guardia.

Y en ese instante, ella le arrancó el cuerno con un solo mordisco ceremonial.

No murió.

Solo cambió.

Ya no corre.

Ya no vibra.

Pero su esencia sigue palpitando en formas más… pequeñas.

La figura que queda

Hoy, Shōjō no Kōma vive encerrado en esta pieza decorativa.

No relincha.

No brilla.

Pero si la colocas sobre tu mesita de noche…

es posible que oigas pasos suaves entre las hojas al anochecer.