Shinzoku no Aoshi

El Susurro Caído de los Dioses

“Aquello que perdieron los dioses… ahora adorna tu santuario.”

Leyenda de Aoshi

En los albores del primer ciclo, cuando los mares aún no obedecían a la luna, los dioses sellaron una grieta entre mundos. De esa herida nació Aoshi, un ser sin forma estable, hecho de oscuridad líquida, pensamiento puro y deseo infinito.

Lo llamaron de muchas formas: espíritu abisal, tentáculo del pensamiento, eco de lo no dicho.

Pero entre los monjes de la costa, solo se susurraba su verdadero nombre:

Shinzoku no Aoshi, “el descendido del linaje divino”.

Tenía el don de hablar al alma sin palabras. Donde aparecía, los sueños se volvían húmedos, las paredes transpiraban y las plegarias temblaban sin voz. Los templos se llenaban de incienso… y vergüenza.

Cuando los grandes dioses vieron que los mortales lo veneraban más que a ellos, lo arrancaron del plano astral.

En una batalla sin gritos, sellaron su centro de goce con una mordida espectral.

No lo destruyeron.

Solo lo limitaron.

Y eso fue aún peor.

La reliquia

Siglos después, su esencia reapareció en forma sólida, en figuras talladas por artistas que jamás recordaron haberlas creado.

Dicen que quien la posee, escucha voces suaves en la niebla.

Y que cuando la oscuridad es total, la figura brilla con un calor imposible de explicar.

No vibra. No exige. No se mueve.

Solo espera.

Y tú… ya la has invitado a casa.