Tsukihō Kōjin
Cuentan las leyendas del Bosque de Kanzō que cuando la luna se parte, alguien gime en la oscuridad.
Esa voz… es la de Kōjin, el alfa de la última manada sagrada.
Nacido entre raíces húmedas y relámpagos de placer, su cuerpo estaba marcado por los dioses con runas ardientes que brillaban solo cuando era deseado.
Su aullido no era un llamado:
Era una promesa.
Y quien lo escuchaba… ya no podía dormir igual.
Durante siglos, vagó por los santuarios abandonados, protegiendo a los olvidados, guiando a los que temían sentir.
Hasta que fue traicionado.
La batalla del Claro Gemidor
En la cima del monte Ubusuna, fue emboscado por la Orden del Silencio Carmesí, cazadores de bestias sensuales.
Sus espadas eran de jade puro.
Su código: quitarle el placer a lo que no se puede controlar.
Kōjin luchó con garras brillantes y aullidos que estremecían las ramas.
Rompió huesos.
Abrió corazones.
Pero en el instante final, la sacerdotisa Yuzuri, virgen del acero floral, le ofreció su cuello.
Y cuando él bajó el hocico…
ella le arrebató su miembro con una mordida ritual.
No lo mató.
Lo despojó.
Lo dejó solo con su aullido…
y con eso, lo volvió eterno.
La figura aullante
Hoy su forma sobrevive.
Firme.
Oscura.
Rosada bajo la niebla.
No emite sonidos…
pero si cierras los ojos, el viento sopla distinto.
Y si lo colocas cerca de tu cama…
la luna nunca se esconde del todo.