En’ō Kazarai
En los fuegos internos del plano de Midoroku, donde los volcanes sueñan con cuerpos, reinaba Kazarai, un señor demonio sin igual.
No gobernaba con miedo… sino con deseo.
Su cuerpo irradiaba calor contenido.
Su voz hacía que las grietas se abrieran.
Y su rabo… era una llama viva, danzante, afilada como lengua que no pide permiso.
Por siglos, su reino fue inviolable.
Los súcubos lo veneraban, los humanos lo invocaban, los dioses evitaban pronunciar su nombre.
Pero cuando encendió el deseo en la hija del Emperador Celeste, todo cambió.
La batalla del Cráter de Siete Voces
El Emperador, ciego de vergüenza, envió a los Shichiken, los Siete Castigadores del Celibato Eterno.
Lucharon en el Cráter de las Voces, donde cada gemido se vuelve eco.
Kazarai combatió sin armas.
Solo con fuego… y movimiento.
Pero en el instante de su victoria, uno de los Shichiken invocó la Llama Pura, un fuego sin deseo.
Y con ella, sellaron su miembro ardiente, separándolo de su cuerpo como si extinguieran una estrella.
No murió.
Solo ardió desde dentro.
La reliquia incandescente
Hoy, su cuerpo sobrevive en esta figura ritual.
Rígida por fuera.
Cálida por dentro.
Sin llama… pero con todo el calor acumulado.
Dicen que si lo dejas cerca mientras duermes,
puedes despertar con el eco de una llama entre las piernas.